lunes, 7 de noviembre de 2016

Mía

No sé si os lo he comentado, pero estoy absoluta y eternamente enamorada de esta dedicación de amor tan sincera y compleja, de esta carta donde los sentimientos brillan por si solos, donde cada palabra tiene un pellizco de magia, completamente enamorada de la carta que le dedica Risto Mejide a su novia: Mía.

Y dice así:

Mía. Sólo mía. Miísima. Más mía no puedes ser. Y no porque yo te lo diga, sino porque así lo has decidido tú.
Mía. Sólo mía. Miísima. Esa mía tan tuya de la que me he enamorado. Esa tuya tan nuestra que ahora siento sólo mía. Pero no es un mía de tenerte aquí atada conmigo. Es un mía que nada tiene que ver con la posesión. Porque contigo he aprendido que con la puerta abierta nadie se va. Porque contigo ya no soy lugar, sino destino. Porque mi máxima aspiración es convertirme en tu hogar, ese sitio al que siempre quieras volver. Aún cuando en la planta de tus pies traigas arena de otro mar. Mira que me lo advertí.
Mía. Sólo mía. Miísima y ya está. Si quieres a alguien, no es que lo dejes libre, es que lo quieres ver volando cada vez más alto, cada vez más lejos, más allá. Por eso, siempre que vuelves a mí lo haces no sólo porque quieres, también porque necesitas que te vuelva a atrapar. Sabiendo los dos que esta conquista se renueva cada vez que nos volvamos a encontrar. Esto que te ofrezco es de todo menos una prisión dorada. La única jaula ahora ya son los demás. Donde perdemos aliento, donde se nos va el aire, es en la ausencia del otro. Aquí más pura la luna brilla y se respira mejor.
Mía. Miísima. Más que mía y de verdad. Mía porque por mucho que te tenga, jamás te dejas poseer del todo. Porque te revuelves, porque te rebelas, porque te vas. Siempre que estás volviendo es porque te vas. Y está bien que así sea, está bien que sea yo quien te tenga que esperar. Yo que me había creído que jamás sería celoso. Hasta que hubo algo que temí perder, algo tan valioso, algo tan de verdad. Y a estas alturas de mi partido me descubro sufriendo cada vez que ya no estás. Este Otelo ya se deja de hostias. Esta Desdémona es de almas tomar.
No me malinterpretes, no es que tema que les gustes a otros, ni que ellos te puedan gustar. Sería lo lógico que les pasara, cualquier otra cosa sería poco normal. Si es justo lo que me ocurrió a mí al verte. Cómo no les va a ocurrir a ellos, cómo les voy yo a culpar. Y a ti aún menos, si lo que me apasionó de ti desde el principio es que fueras un arma de seducción pasiva, que me volvieras loco sin prácticamente pestañear.
Tampoco es que tema que me dejes, porque eso ya lo tengo asumido. Cada día despierto con la angustia de que ése es el día en que te vas a dar cuenta realmente de con quién estás. Es una sensación con la que me estoy acostumbrando a desayunar. Y cuando llega la noche y no ha ocurrido pienso en el regalo que el destino me ha hecho, dejándome disfrutarte 24 horas más.
Y es que no sé si lo he dicho, pero mía. Toelrrato. Toeldía. Ya.
Que conste que esta pérdida de control nada tiene que ver con querer recuperarlo, nada más lejos de la realidad. El control se lo dejo a los que no entiendan nada. A los que más que disfrutar una relación, la pretendan asfixiar. La taxidermia es la ausencia de toda vida y todo vuelo, la muerte de la belleza para enterrarla en una vitrina, el fin de las cosas por las que merece la pena respirar. Ojalá todo el mundo pudiese vivir un solo día lo que hemos vivido hasta ahora. Yo, si un día acabamos, que sepas que será lo mejor para ti. Porque jamás te merecí del todo. Porque hay tanta gente mejor que yo, que jamás me creí del todo que fueras mía.
Pero hoy sí.
Hoy soy mía y eres tuyo.
Hoy hacemos uno y cada uno de nosotros se multiplica por dos.
Es lo que tiene ser mía, tan tuya y tan de nosotros.
Que para escribirte, describirte y prescribirte ya no me hace falta ni siquiera la palabra amor.



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